El Coordinador de Finanzas Sostenibles del Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo Sostenible (PNUMA) en México, Enrique Lendo, fue uno de los destacados ponentes en el foro “Liderazgo con criterios ESG (medioambiente, sociedad y gobierno corporativo)” organizado por SIMALCO en México, donde discutió sobre las tendencias que definirán la competitividad de los países y empresas en América Latina.
Según Lendo, hay tres tendencias que serán clave para la competitividad de las empresas de América Latina: la transición hacia la virtualización, que definirá la productividad de las compañías y que está siendo liderada por las gigantes de tecnología como Microsoft, Alphabet y Facebook; el nearshoring, que está creciendo rápidamente en México debido a la cercanía con el mercado de América del Norte y la demanda de socios comerciales confiables por parte de los países desarrollados; y la sostenibilidad, que cada vez se vuelve más importante en la agenda empresarial global.
“Estamos en una nueva revolución industrial, donde debemos generar el 90% de la energía de fuentes limpias, detener la deforestación, las ciudades deben ser sostenibles y bajar la huella de carbono de los sistemas alimentarios”, dijo Lendo durante el evento. “¿Hay dinero? Según McKinsey, esta transformación significa US$ 5 a 6 billones para el 2050, mientras que el capital global es superior a los US$ 500 billones. No se requiere generar más recursos, sino enverdecer el capital y para eso sirven los criterios ESG. Es decir, en vez de financiar una planta de carbono, escoger una eólica; o si estabas invirtiendo autos diésel, transitar hacia los eléctricos”, añadió.
– Respecto a una de las tendencias que mencionaste durante el foro, el nearshoring, ¿habrá algún problema para países en vía de desarrollo como América Latina, donde las entidades que controlan las empresas regionales son de países avanzados y tal vez no les importe la sostenibilidad acá?
– Indiscutiblemente debemos desarrollar nuestras propias capacidades para independizarnos de estas empresas multinacionales, especialmente en un mundo que está transicionando hacia las tecnologías de vanguardia, como la inteligencia artificial.
En Latinoamérica somos potencia en recursos naturales, como el litio y cobre utilizados para fabricar las últimas tecnologías. Entonces, debemos saber refinar esos materiales y convertirlos en productos con valor agregado.
En el caso de México, durante la era de combustibles fósiles, no desarrollamos una industria petroquímica fuerte. Entonces enviamos petróleo a Estados Unidos para que nos devolvieran como gasolina. Hoy tenemos la capacidad para proteger nuestro litio y crear un producto con valor agregado. Hemos comenzado a desarrollar leyes para ello, en México tenemos una ley que asigna a la nación la administración y explotación del litio.
– Al mismo tiempo, los privados dicen que cuando se mete el gobierno todo se ralentiza, las compañías son más rápidas para innovar.
– Es correcto. El gobierno no debe ser un actor productivo, sino que debe fijar las reglas para que se desarrolle adecuadamente la industria y transiten para elaborar mayor valor agregado y productividad.
También debe haber programas de gobierno también voluntarios en el que ayude empresas a desarrollar capacidades. Esto lo vemos en países desarrollados y también los grandes como China, donde el gobierno realiza un gran esfuerzo para hacer una política industrial que permita generar competitividad.
Si América Latina no entiende estas reglas del juego, vamos a estar en desventaja.
– Durante la presentación también comentaste que van a desaparecer las finanzas sostenibles ya que todas las finanzas van a ser sostenibles. ¿Me podrías ahondar un poco más sobre eso?
– A partir de la revolución industrial, el sector financiero se ha basado en los estándares de contabilidad tradicionales: el balance financiero y el balance de resultados. Pero, en los últimos diez años, la industria comenzó a estudiar otros factores que pueden impactar el riesgo y rendimiento. Y esos son factores sociales y ambientales y gobierno corporativo.
Así, se emiten instrumentos de deuda, como los bonos y créditos, vinculados a los objetivos de riesgo y rendimiento etiquetados. Es decir, que sirven para financiar una actividad ambiental, va a promover alguna variable social, como combatir la pobreza o acceso a una industria indispensable, como salud o energía o, por ejemplo, va a ayudar a las empresas a atender la enorme brecha de género.
En América Latina, hace cinco o seis años, teníamos menos de 5% de instrumentos de deuda etiquetados y ahora el 35% de los bonos emitidos en la región, tanto por empresas y bancos, como también por instituciones públicas son etiquetados. La Bolsa de México estima que en el próximo año ya se van a emitir más bonos etiquetados que los no etiquetados. En los siguientes años, no va a ser necesario diferenciar entre los etiquetados y no, sino que todos van a ser sostenibles.
– Según Tariq Fancy, ex CIO of sustainable investing BlackRock “hay una fantasía de ganar-ganar donde podemos seguir con el estatus quo y resolver todos nuestros riesgos de largo plazo en término de sustentabilidad. No solo no ayuda, sino que es activamente perjudicial porque presenta lo que llamo un placebo peligroso que daña el interés público”.
– La transición va a afectar intereses. Empresas que tradicionalmente han sido contaminantes se van a ver afectada, sobre todo las del área de combustibles fósiles, de derivados de petróleo y algunas del sector agroalimentario. También está el caso de algunos gobiernos, como los 14 estados petroleros que están en contra que se integre esta medición de riesgo.
Pero lo que dicen los economistas y la comunidad científica internacional es que la transición hacia la economía es una tendencia imparable por cuestiones de racionalidad económica. Es más barato ser sostenible, pero también por racionalidad ambiental, porque implica un riesgo enorme. Hasta el CEO de Black Rock, Larry Fink, dice: “el riesgo climático es un riesgo de inversión”.
FACTOR DIVERSIDAD
– La industria de las finanzas sostenibles está dominada por perfiles muy homogéneos, lo que algunos dicen que crea puntos ciegos en ejecución e inversión y pérdida de oportunidad. ¿Es un problema sistemático y es un factor de riesgo para una inversión más sostenible?
– Ese es un punto clave y déjame ir al origen. El movimiento ambiental fue muy empujado por Europa. Ahora tratan de imponer a los países en vía de desarrollo una agenda ambiental, pero omiten que ellos han basado su proceso de desarrollo en la contaminación. Han aportado más del 50% de las emisiones históricas y ahora echan la culpa a China e India de la contaminación y el cambio climático.
Lo que debemos hacer en América Latina es no irnos por el camino que nos imponen de afuera, sino diseñar nuestro propio desarrollo.
En el caso de México, acabamos de publicar nuestra propia taxonomía sostenible, que son los criterios e indicadores que validan si una inversión es sostenible. Es decir, vamos a empujar proyectos que reduzcan las emisiones de gases del efecto invernadero y promuevan la diversidad, pero en nuestro contexto.
Hemos agregado indicadores sociales, como la paridad de género, combate a la pobreza, inequidad y otros factores, que nos va a ayudar a potenciar a grupos vulnerables, como mujeres e indígenas, e integrarlos dentro de las finanzas sostenibles.
¿Cuál es el problema de esto? Como estamos ligados a los mercados de capital internacional, no podemos responder sólo a nuestras prioridades, sino que debemos ser compatibles con los mercados de capital globales.
– Si vamos a lo más micro, al consejo administrativo, directivo y liderazgo de México, también hay mucha homogeneidad. También puede haber un riesgo: pueden ser más tradicionalistas y se tienten a hacer greenwashing.
– Acá hay dos aspectos. Uno es la homogeneidad del perfil de las personas a cargo de las decisiones y eso puede ser de un sector o de un género. Evidentemente, en México y toda América Latina, las diferencias de género aún son muy acentuadas: según un estudio que hicimos acá, menos del 10% de los puestos de alta dirección de la industria financiera están ocupados por mujeres. Pero luego vimos que las empresas con mujeres en los niveles de dirección son más sostenibles.
Pero el otro aspecto es la diversidad de pensamiento. Uno que apoya un sistema financiero más sostenible y el otro que no tanto. En México todavía hay incertidumbre y las empresas aún no se han dado cuenta de que estamos en una transformación histórica de la economía y que únicamente aquellas que se posicionan de forma temprana van a poder sobrevivir en el mercado.
Ahora, los que lo entienden están en los niveles técnicos. Son aquellos que miden los riesgos, entienden que sus productos y su propuesta de valor están ligados a mercados financieros y no financieros internacionales y que el principal reto es cómo posicionar la empresa frente a los criterios ESG. Pero este pensamiento todavía no permea de forma masificada al C-Suite.
– ¿Me podrías dar algún ejemplo de esto último en México?
Estuve con los dueños de los principales hoteles, consultoras y restaurantes más importantes de Cancún, que es uno de los centros turísticos más importantes de la región, con 200 mil cuartos y que genera millones de dólares de divisa a México.
Les hablé que el problema del cambio climático viene serio y que va a impactar de forma significativa de dos formas principales: más huracanes y sequías. Me escucharon, pero no veían lo como un factor de tanta preocupación.
Lo que esto te indica es que seguimos pensando a corto plazo y no en un negocio que va a subsistir por 30 o 50 años. Pero también descubrí que mi enfoque estuvo equivocado: les hablé de riesgo y largo plazo, pero no de oportunidad. Podría haber explicado los nuevos modelos de negocios productivos de turismo sostenible, la generación de energía eléctrica renovable para reducir sus costos, o modelos de financiamiento que se pagan a través de bonos de carbono.
– ¿Cuáles son otros desafíos de las finanzas sostenibles en América Latina?
– Ya hablamos de generar nuestros propios modelos de sostenibilidad, donde se integre la variable social. Ya lo hizo México, Colombia y ahora lo está haciendo Chile. Ahora hay que alimentar esos modelos con los datos, que necesitamos de forma muy granular para crear modelos de riesgo e inversión. Y ojo, hablabas de empresas multinacionales, en éstas también se incluyen aquellas que venden datos. Por eso no hay vuelta atrás en la virtualización, IA y automatización: debemos desarrollar nuestros propios datos.
Otro desafío es cultural y está asociado al C-Suite. EL ESG debe convertirse en un nuevo lenguaje. Va a ser como aprender ventas, contabilidad o tecnologías de información. La sostenibilidad debe ser un referente porque es el futuro.
Los otros retos son externos y dependen de los gobiernos. Qué es lo que van a hacer los gobiernos para que haya una transición más eficiente, cómo van a incentivar prácticas más sostenibles en el sector financiero, cómo van a desincentivar las prácticas perniciosas, como los actuales subsidios a combustibles fósiles.
Pueden ver el video del foro “Liderazgo con criterios ESG” aquí: