Los océanos, que abarcan el 60% del territorio en 22 países de América Latina y el Caribe, enfrentan una amenaza inminente debido a la combinación devastadora de cambio climático, sobrepesca y contaminación. La importancia de estos océanos va más allá de su biodiversidad, ya que sustentan las economías de la región y proporcionan el sustento de millones de personas. Con el 25% de la población latinoamericana habitando zonas costeras y la totalidad del Caribe dependiendo directamente del mar, la crisis oceánica es una realidad palpable.
En este contexto, la Conferencia de las Partes (COP28) que se llevará a cabo en Dubái a finales de noviembre se presenta como una oportunidad crucial para abordar esta crisis. Entre las herramientas emergentes que podrían desempeñar un papel central en la batalla contra el cambio climático se encuentran las Finanzas Azules, destacadas por instrumentos financieros como los bonos y préstamos azules.
Estos instrumentos, que ya están dando sus primeros pasos en la región, recaudan fondos para proyectos relacionados con el agua, desde la preservación del acceso al agua limpia hasta la restauración de ecosistemas marinos. Las inversiones en la producción sostenible, como el caso del salmón en Chile, no solo ofrecen un potencial de inversión significativo sino que también respaldan empleos locales y preservan los recursos naturales.
La Corporación Financiera Internacional (CFI), miembro del Grupo del Banco Mundial, viene ampliando su experiencia de finanzas verdes a finanzas azules, como bonos y créditos, que son instrumentos innovadores que recaudan y asignan fondos para inversiones relacionadas con gestión del agua y las aguas residuales, la reducción de la contaminación por plástico en los océanos, la restauración del ecosistema marino, el transporte marítimo sostenible, el turismo ecológico o la energía renovable offshore.
Durante el 2022, se realizó un préstamo de 150 millones de dólares a SABESP en Brasil para mejorar el acceso al agua y saneamiento, y se llevó a cabo un acuerdo de 40 millones de dólares con Banco Internacional de Ecuador para la colocación de un bono azul del sector privado.
Colombia también ha dado pasos significativos con el respaldo de IFC, para emitir bonos azules. Estos fondos se destinan a proyectos de construcción de plantas de tratamiento de agua, preservación de los océanos y protección de lagos, páramos y manglares. El impacto de estas iniciativas se extiende a la mejora de la calidad del agua y la ampliación del tratamiento de aguas residuales en comunidades desfavorecidas.
Sin embargo, a pesar de estos avances, aún hay tareas pendientes para arraigar las Finanzas Azules en la región. El desarrollo de taxonomías, certificaciones y estándares definidos es esencial para garantizar que estas herramientas cumplan con las expectativas de impacto. Los Lineamientos para las Finanzas Azules, desarrollados por IFC, son un paso en esta dirección al establecer criterios de elegibilidad para proyectos azules, proporcionando directrices para emisiones de bonos y préstamos azules.
La economía azul, que representa cerca del 2,5% del PIB mundial según la OCDE, no solo es una oportunidad de crecimiento económico sino también un compromiso vital con la preservación del entorno. La inversión respaldada por instituciones financieras y regulaciones sólidas puede marcar la diferencia en la lucha contra el cambio climático y la preservación de nuestros océanos.
En América Latina y el Caribe, la economía azul ya ha demostrado su potencial en la descarbonización del transporte marítimo, el impulso al turismo sostenible, la protección de la biodiversidad marina y la restauración de ecosistemas, entre otros casos. La región debe aprovechar estos éxitos para consolidar las Finanzas Azules como una herramienta fundamental en la lucha contra el cambio climático.
Los esfuerzos para combatir el cambio climático requieren un aumento masivo de capital privado, especialmente en economías en desarrollo, que representan más del 60% de las necesidades globales de inversión en descarbonización. IFC, comprometido con un financiamiento climático récord de 14,4 mil millones de dólares para 2023, destaca la importancia de la innovación, especialmente en la protección del “carbono azul” almacenado en ecosistemas costeros.
En resumen, las Finanzas Azules no solo representan una oportunidad económica, sino también un compromiso necesario para preservar nuestro entorno y mitigar los impactos del cambio climático. En la región Latinoamericana y del Caribe, donde el vínculo con el mar es innegable, estas herramientas financieras pueden ser la clave para un futuro sostenible y resiliente.